lunes, 5 de agosto de 2013

CARTA DE MARU A SU AMIGA AMPARITO


Hola, Amparito.

Hoy me he levantado con un poco de nostalgia. Me han venido a la cabeza aquellos tiempos de nuestra niñez y nuestra juventud. 
¡Qué felices éramos!
Vivíamos en aquella calle ancha, con una acera ancha, las casas de planta baja, todas unidas por un mismo techo...
En frente no teníamos vecinos. Estaba el cuartel de Infantería donde los jóvenes hacían el servicio militar.
Nosotros vivíamos como los militares, a su ritmo. No necesitábamos un despertador en casa pues cada día, a las 7 de la mañana, nos despertaba el toque de la corneta que tocaba "quinto levanta, tira de la manta".
Ese era nuestro despertador, el que ponía en pie a todos los vecinos.
En verano, cuando íbamos a la playa, nos llevaba una madre por turno. 
Cada día le tocaba a una llevarnos con aquellos bañadores hechos por ellas mismas que eran como vestidos sin mangas.
Aquellas tardes de verano nos sentábamos en las puertas de nuestras casas todos los vecinos. Se contaban chistes o lo que fuera... Cada cual contaba algo.
Cuando los militares cenaban, a las 8 y media, que era cuando sonaba la corneta que anunciaba la cena, mi madre se ponía a preparármela. 
Recuerdo aquellas patatas fritas con pimientos, con un huevo frito y un vaso de agua. Y un panecillo pequeño de cuatro cantos que me hacía mi padre en su panadería.
¡Qué olor tenían esos pimientos!
Llegaba el rico aroma desde la cocina hasta la puerta donde estábamos sentadas, charlando.
Así pasó el tiempo..
Teníamos 17 años cuando tu hermano Pedro regresó de la Argentina. 
Con un dinero que había ganado compró un local grande que tenía nada más y nada menos que cinco puertas, y abrió un comercio muy bonito con cuatro departamentos en el que había droguería, zapatería, lencería y perfumería.
Tú y yo trabajamos en la perfumería, donde vendíamos lo que queríamos con nuestra simpatía y nuestro buen humor.
Todo cuanto tu hermano pedía a los viajantes, nosotras, cara al público, nos encargábamos de venderlo.
Tu hermano alucinaba con nosotras. Decía que nos tomábamos mucho interés.
La verdad es que nos gustaba convencer al público de que lo que compraba era lo mejor, y lo hacíamos de maravilla.
Tengo siempre presente, y no quiero que se me olvide, los consejos de tu hermano. 
¿Recuerdas cuando los viajantes nos decían que éramos muy monas?
Tu hermano siempre nos decía que quién a los 18 años no es mona: el brillo en el pelo, el brillo en los ojos, la piel tersa... hasta los andares parece que lleven música.
Pero con el tiempo todo eso se acaba.
Es como una margarita que con el tiempo se deshoja, nos decía.
Lo que si podéis conservar -decía también- es la belleza del alma. Esa si la podéis conservar porque esa no se marchita nunca. Y es la más bonita.
Amparito, en memoria de tu hermano y como un homenaje a él, intento ser como él quería que fuéramos.
Para mí fue mucho más que un jefe, fue como un padre.
Pido a Dios salud y ser cada día mejor, como él decía.

Bueno, amiga mía, pronto hablaremos de todo esto y de muchas más cosas, porque espero pronto ir a Madrid con mi hijo, que tiene que ir por asuntos de trabajo. Aunque solamente sean tres días, los pasaremos juntas.

Besos a todos los tuyos.

María López Montoya

4 comentarios:

  1. Juan Miguel.....qué linda Maru, qué línda carta...
    Qué lindo tu!!!
    Un beso y mi cariño...

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  2. un beso y mucho cariño, natty!!!!!!

    si es cierto.... qué linda maru!!!!

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  3. ¡Qué bonita y emotiva esta carta!
    Es Maruja en estado puro, una contadora de historias fantástica.
    Y la foto que ilustra la entrada es preciosa. Como diría ella misma, "parece una artista de cine"...
    Un beso fuerte, Maruja, te pienso a menudo...

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  4. omar, si, tienes razón.... es una carta preciosa, es como escuchar a maru

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